Movi motum (2002 – 2006)

Tedio, cansancio, hambre, sueño, bronca a veces, son  frecuentes compañeros de mis últimas horas de trabajo, cuando ya la ciudad se acostó y la rotativa empieza a girar.

Pero seguramente faltará una inútil imprescindible foto más, necesaria para quien sabe qué y nunca publicada, lo que hace que deba echarme el bolso al hombro y recorrer nuevamente las calles semidesiertas.

Luces, sombras, colores y fantasmas integran un extraño calidoscopio que me acompaña al caminar …

Santiago Echaniz, invierno de 2006.

De llanuras (2001 – 2014)

APARECIDAS DE LA NADA

Estas imágenes parecen impresas en el vacío, no que sean de un lugar. Nos resultan dramáticas, espectrales, a pesar de que su autor las considere decorativas. Fotos sin grises, como él explica, dadas por “un clásico procedimiento de eliminación de tonos con película gráfica de alto contraste». A esta serie la ha llamado “llanuras”. El plural -quizá para dar idea de una dimensión muy vasta- indicaría a su vez que cada de una de las “llanuras” hace que las tomas sean detalles por la imprecisión que las rodea, un  blanco de fondo.

Las referencias en su mayoría son árboles, bien específicos, como cipreses, caldenes, olmos, eucaliptos, palmeras, y se destacan por su contundencia respecto del suelo esquivo donde arraigan, o han arraigado. La verticalidad en la llanura cobra una presencia extraña a la horizontalidad, desde un molino a una tranquera, desde un alambrado a una torre eléctrica. Son gigantes en una imaginación quijotesca. Cada grupo de estos elementos se recortan en siluetas y en algunos casos esbozan islotes en la lejanía. Lo espectral y lo esquelético de las formas arbóreas son constantes, y lo que es producto de creación humana se arrincona o enmarca un espacio: la entrada a un campo recuerda a un monumento megalítico; un caserón entre árboles o una garita de pasajeros impactan por un cierto hermetismo en su misma frontalidad. La quietud convive con alguna crispación de estos referentes que han dejado de ser refugio para devenir abandono. Una tierra sombría apresa una claridad de cielos vacíos y apenas deja ver reflejos también espectrales. Si uno sigue en orden las tres fotos de unos caldenes en las cuales el primero está caído, el segundo semeja estar incorporándose, y el último, se yergue en un montículo, puede interpretar la secuencia metafórica de una soledad y un aislamiento en lucha con el devenir.

Santiago se enfoca en un paisaje fragmentado para ubicar las imágenes en su propio límite. Es una visión del contraste entre lo que son figuras pasivas, acaso rígidas, y un espacio tan vacuo como inconmensurable. Les llamamos “espectros” a esas figuras porque se nos ocurren aparecidas en medio de la nada, a la que le llamamos “un blanco de fondo”, y al conjunto, “contrastes”.

Miguel de la Cruz

Feria de San Telmo

San Telmo, el mercado irrespetuoso del (mi) pasado

Al instante de pisar la feria de San Telmo, la sensación fue de incomodidad, pero luego de transitarla un rato, fue mutando hacia una leve indignación. Esto me llevó a fotografiar su trajín, gente y objetos de una forma documental, con la idea de publicar la serie de imágenes de una forma periodística, pero que trasuntara mi enojo.
El revoltijo, la indiferencia de turistas y vendedores, la mezquindad del regateo, me produjeron la impresión de una extrema subestimación hacia objetos que, más allá de su valor material, en algún momento fueron importantes (por vanidad, afecto o quien sabe porque) para algunas personas.
Después de concurrir varias veces, caí en la cuenta de que la bronca provenía de que los objetos expuestos y regateados, eran iguales, semejantes o equivalentes a muchos que fueron o siguen siendo importantes para mí.
Así, recorrí mi propia casa-vida buscando esas cosas, para fotografiarlas de manera que poner sus imágenes en diálogo con las obtenidas en la feria, me permitiera resignificarlas (¿revalorarlas?) y sumergirme en la nostalgia de los recuerdos que esos objetos disparan.

Santiago Andrés Echaniz

Caminos de Fe (1995 – 2013)

Distancias inmensas y áridas en las que se encuentran esporádicas y sorprendentes manifestaciones de una pasión espontánea.
Fe y fidelidad puestas en milagrosos santos, muchos de ellos, no canonizados.
Construidas, mejoradas y acrecentadas por manos invisibles, están casi siempre solitarias.
Sin embargo, la mayoría muestra el cotidiano arreglo y cuidado por las mismas (u otras) manos inmateriales que detuvieron su marcha un momento, hicieron un pedido o agradecieron una gracia.
Altares aislados y singulares de un culto extraoficial y popular, pero de una innegable autenticidad.

                                                                                            Santiago Echaniz