La intención fue retratar el olvido más inmediato, el que caracteriza a los lugares que han sido ocupados transitoriamente y de los que la gente simplemente se va, ya que su plazo en el lugar se ha cumplido. Pero no se trata de cualquier balneario. No son las playas de moda a orillas del mar, a las que a veces el acceso está limitado a aquellos que tienen los medios necesarios. Se trata de Utracán, uno de los balnearios más populares de La Pampa, al que la gente (habitualmente de los pueblos más cercanos) puede llegar, a veces en los medios más precarios.
En la primera serie, «Reclamos de la arena», se trató de reflejar el paso de las personas por lugares de los que se apropian y les pertenecen por un breve tiempo, el que dura su corta y despreocupada felicidad veraniega, hasta regresar a la cotidianeidad de su vida. Es lo que queda de la gente tras su paso y lo que las playas arenosas de la laguna reclaman cada verano, tratando de absorber como propios los rastros del descuido, la dejadez y la irresponsabilidad de los pasajeros de la temporada.
En la segunda serie, «Lo que quedó del verano», se intentó rescatar de ese urgente reclamo de la arena, la presencia humana a través de las pertenencias olvidadas, desechadas o perdidas (coleros, encendedores, zapatillas), que no pueden dejar de asociarse a alguien que quizás ya no esté, alguien que creció, alguien que tenga que afrontar situaciones difíciles mientras recuerda sus despreocupados días de vacaciones en un balneario perdido entre médanos y caldenes.
Alicia M. Vignatti