Un ser vivo atraviesa su tiempo como pasajero de su destino, creciendo, luchando por su alimento, su espacio: interactuando con otros seres vivos.
Si el azar le da una mano y no es parte del sustento de otro, se reproducirá y dejará descendencia librada al mismo destino, hasta que sus relojes biológicos se detengan y cierre su breve ciclo natural en esta tierra.
Si quien lo depreda es el animal más peligroso (y consciente de ello), entonces ya no tendrá su destino natural del polvo; pasará a ser parte de la nada; una nada llena de cadáveres exquisitos, vacíos de fluidos y latidos, aleteos sordos detenidos una siesta de verano; o aplastados en las calles, mutilados en las paredes, sostenidos en el vacío silencioso de un tiempo que no pasa.
Alicia Vignatti